lunes, 11 de enero de 2010

Maras: ruta circular San Salvador-Los Angeles



Maras: ruta circular San Salvador-Los Angeles

ENTREVISTA / Juan Carlos Narváez Gutiérrez

Después de estudiar el tema de las migraciones entre Estados Unidos y México durante varios años, el académico Juan Carlos Gutiérrez Narváez decidió entrar de lleno en el mundo de las maras, o pandillas transnacionales, luego de una visita a El Salvador. “En un viaje personal, llegué a la ciudad de San Salvador en diciembre del 2002 y fue ahí dónde mi lente sociológico se reorientó geográficamente; mi trabajo anterior se concentraba sólo en las producciones culturales generadas en el espacio que se construye entre la frontera nacional de los Estados Unidos y México”, comenta Narváez.

Del trabajo minucioso y muy cercano a integrantes y ex integrantes de maras surgió su libro “Ruta transnacional: a San Salvador por Los Ángeles. Espacio de interacción juvenil en un contexto migratorio”, En el que Narváez relaciona el tema de la migración con el de la juventud y el fenómeno de la transnacionalidad de estas pandillas cuyos miembros circulan –mayormente vía deportación- Estados Unidos y Centroamérica.

“Durante mi estancia en El Salvador pude darme cuenta que el tema de las maras está en las calles, tatuado en la memoria colectiva y es parte de la agenda nacional. La formación de la Mara Salvatrucha en Centroamérica es la consecuencia de las migraciones forzadas que llevaron a un gran contingente de salvadoreños a establecerse durante los años 80 en Estados Unidos. Se podría decir que la Mara Salvatrucha 13 es el fruto de la diáspora salvadoreña en California, son los hijos de la guerra, una guerra que aún no termina”, afirma el investigador.

Comunidad Segura habló con Narváez sobre las maras y acerca de algunos de los intentos de usar sus estructuras como herramientas de inclusión social, tal como lo han hecho la organización de expandilleros Homies Unidos y el religioso californiano Gregory Boyle.

Además del soporte teórico, el libro cuenta con muchas entrevistas. ¿Cómo fue el acceso a los protagonistas de este fenómeno, qué tan dispuestos estuvieron a contar su historia y cómo reaccionaron frente a un abordaje investigativo de su situación?

Llevar a cabo una investigación como ésta me planteó varios retos. Primero, el acercamiento a una comunidad que vive en la marginalidad en Estados Unidos. Segundo, la coyuntura en la que realicé el trabajo de campo para la investigación, que coincidió con la implementación de políticas de mano dura tanto en Estados Unidos como El Salvador, lo cual me ponía frente a los jóvenes de la comunidad como sujeto permanentemente sospechoso. Más de una vez, alguno ya entrada la noche, la plática o los días me aplicaba un cuestionario exhaustivo sobre quién era yo, qué hacía ahí y por qué el interés en ellos.

Así seguí una estrategia de acercamiento desde la comunidad hasta los individuos, pasando por sus líderes y organizaciones, de ahí que el libro se estructura de tal forma que lleva al lector a comprender los orígenes del desplazamiento de los salvadoreños en el contexto de la guerra civil de los años ochenta, su establecimiento en los Los Ángeles, la interacción con los otros grupos de migrantes –mexicanos su mayoría-, la formación de pandillas de corte étnico, y algunos modelos de intervención desde las mismas bases. En suma, lo que me ayudó a acceder al mundo de los jóvenes asociados a las pandillas fue, darles mi confianza e ir sin prejuicios esperando reciprocidad, por que al final, al final, en el contexto de los Estados Unidos, ellos salvadoreños, yo mexicano, ambos latinoamericanos.

Luego de varias décadas de migración centroamericana a Los Ángeles, de acuerdo con estadísticas citadas en el libro, los jóvenes de origen centroamericano ya no son una minoría con respecto a los jóvenes de origen anglosajón, afroamericano, asiático o nativo. ¿Por qué la existencia de la mara como mecanismo de autoafirmación continúa vigente?

Hoy día la Mara Salvatrucha es una de las pandillas centroamericanas más grandes de California y El Salvador. Originalmente, la MS13 exaltaba su condición étnica sobre otros grupos como los mexicanos, los afroamericanos, los nativos, o los rusos. El nombre se lleva con el orgullo de la nación, de ser salvadoreño por encima de todo. Así nacen y de ahí la fortaleza de sus vínculos identitarios.

Ahora bien, aunque la pandilla ha crecido exponencialmente durante los últimos 15 años, en Los Ángeles existe una cultura de las pandillas previa a la formación de la Mara Salvatrucha: el pachuquismo y el cholismo son antecedentes directos de la organización y estética que hoy portan pandilleros miembros de la MS13 o la Pandilla del Barrio 18, ésta última conocida en los medios de comunicación como la Mara 18, que es una evolución de la Eighteen Street Gang.

Ésta fue una pandilla formada en los años 60 por mexicanos y chicanos principalmente; la historia de la pandilla o Mara 18 es un buen ejemplo para hablar sobre la transformación de las pandillas en este principio del siglo XXI, y hacer una diferenciación regional de las pandillas, ya que lo que hoy estamos viendo en Centroamérica con la MS13 y la Mara 18 es un escenario que sí deviene de la cultura pandillera gestada en Norteamérica, pero que se agudiza y se potencia en América Latina por las condiciones de pobreza, marginación, violencia y ausencia del Estado.

¿Algo ha cambiado en estos grupos?

En ellas, conceptos como amistad, carnalismo, solidaridad, respeto, apoyo o compresión han pasado a un segundo plano. No estoy diciendo que sean inexistentes hoy día, sin embargo, ahora convergen en esa estructura de alto capital social que es la pandilla, principalmente el delito y el crimen.

Estamos ante una segunda generación de mareros, jóvenes que no tienen un vínculo directo con las migraciones de los años ochenta a Estados Unidos, pero que dentro de esas remesas culturales enviadas por las vías de la deportados se internalizaron en el modelo de ser joven en Centroamérica, ese joven que ante la carencia de opciones –laborales y de educación-, encuentra en la pandilla el único mejor espacio posible de realización.

En California es otra historia. La lucha interétnica por el espacio es la constante: barrios, escuelas, trabajos segregados socio-espacialmente son el eje de la cotidianidad. El cine desde Zoot Suit, American Me, Blood in blood out, y recientemente Wats up rockers, muestran como este rito de paso ha trastocado la cultura de las comunidades latinas en USA.

La respuesta represiva de la sociedad frente a las maras llevó que el condado de Los Ángeles tuviera más prisiones juveniles que escuelas comunitarias. ¿Esto refuerza el ciclo exclusión-violencia-exclusión? ¿Ha demostrado tener algún resultado el enfoque represivo en términos de mayor seguridad para la comunidad de Los Ángeles?

El binomio juventud–violencia es la fórmula sobre la que definen sus políticas hacia los jóvenes los gobiernos. Es decir, mantienen y promueven espacios de control social, coartando la libertad creativa de los jóvenes. Prisiones y políticas de mano dura han mostrado que no son la vía para enfrentar el fenómeno de las pandillas. En Estados Unidos, se está en presencia de una cultura que ha pasado del siglo XX al XXI con la misma fuerza que inició; se mantiene un estructura donde las segregación económica, racial, étnica, laboral, religiosa y política acomoda el todo social; la seguridad está en el respeto cultural, la violencia se crea en la ignorancia y en el desconocimiento del otro. En Norteamérica las emociones que se generan a la llegada de un vecino asiático, hindú, salvadoreño, nicaragüense, o hacia el nuevo colombiano que se ha mudado al apartamento de a lado, lo que abre un espacio la confrontación, absurda, pero real.

Cuéntenos un poco de la experiencia del religioso George y de Homies Unidos en California, basada en el aprovechamiento de la estructura de la mara para diseminar valores positivos y ofrece oportunidades de educación e inclusión en general.

A mediados de la década de los 90, se organiza Homies Unidos por miembros fundadores de diversas pandillas del área de Los Ángeles, pandilleros veteranos como Alex Sánchez, que después de vivir dentro de las pandillas desde su adolescencia, deciden por una membresía inactiva como pandilleros, trabajar desde espacios de intervención juvenil para bajar los índices de violencia al interior y al exterior de las pandillas, así como para influir en los jóvenes en el uso y no abuso de las drogas.

Este modelo que sigue Homies Unidos, lo implementan otras organizaciones como Homeboys Industries fundada por el padre Gregory Boyle, y en ambas se parte de la idea de trabajar con los jóvenes pandilleros desde un escenario de respeto a sus identidades y respectivas membresías. Lo interesante de Homies Unidos es que realizan trabajo de base tanto en Los Ángeles como en El Salvador, teniendo una oficina y llevando a cabo un par de programas de reinserción socia en lo laboral, lo escolar y en actividad política en ambas sociedades, la norteamericana y la salvadoreña.

¿Tienen apoyo social estas iniciativas?

Desde la perspectiva de la comunidad y de las instituciones gubernamentales - entiéndase policía- el trabajo de Homies Unidos no tiene credibilidad y de hecho interfieren en la labor de la organización. Hace un par de meses en California el FBI arrestó a Alex Sánchez director de Homies acusado de tener vínculos con la MS13, pandilla de la que fue miembro activo hace más de diez año. Adicionalmente, en El Salvador más de un director de Homies Unidos ha sido asesinado desde su creación y sus miembros han sido víctimas de atentados tanto por parte de la policía como por miembros de pandillas activas.

Las migraciones no van a acabar, las deportaciones tampoco… ¿Qué debería cambiar en el modelo que se utiliza para enfrentar la violencia generada por las maras?

Las migraciones internacionales no paran y por el contrario diversifican sus destinos tanto al interior de Norteamérica como a Europa: pandillas de corte étnico se multiplican como alternativa al desencanto: Latinkings, Ñetas, Trinitarios, Mara Salvatrucha, Sureños, Norteños, todas ellas son identificaciones y diseños socioculturales que expresan un malestar ante las naciones, ante el mundo y sus sistemas de dominación.

Las políticas de Mano de Dura no integran a los jóvenes a los proyectos de nación, desintegran en cambio los proyectos personales de las juventudes latinoamericanas, así vivan en las sociedades de origen o en las sociedades huéspedes. Estados Unidos se está latinizando, las población hispana para mediados del siglo XXI por mucho será la minoría étnica más numerosa de Norteamérica, las segundas generaciones estarán transformando el mapa cultural de América, la movilidad implica cambios visibles e imperceptibles y entrañan dilemas y contradicciones en torno a los reacomodos profundos de las sociedades globales. Democracias simuladas, inclusión con exclusión, son los escenarios que al día de hoy, en plena era de la globalización, nos enseñan como es el no futuro.