jueves, 17 de septiembre de 2009

COSTA RICA: Sistema de oportunidades para privados de libertad con edades entre 18 y 21 años


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YURI LORENA JIMÉNEZYJIMENEZ@NACION.COM

Enderezar el rumbo


Privados de libertad con edades entre 18 y 21 años, algunos con un amplio historial delictivo, están estrenando el sistema de oportunidades y compromisos con el que el Minis- terio de Justicia apuesta por su rehabilitación. Mas la medida no está exenta de polémica.

Sentados alrededor de la mesa, prestos a hablar de sus historias sin remilgo alguno, todos parecen colegiales comunes y corrientes. Aunque son mayores de 18 años, algunos aparentan menos. Son varios privados de libertad de la cárcel Adulto Joven, ubicada dentro de las instalaciones del Centro Penitenciario La Reforma, y que alberga en total a 70 condenados con edades entre 18 y 21 años.

Es martes, son las 10 de la mañana y el rabioso sol estrella sus rayos afuera. Ajenos, o quizá acostumbrados al calibre de los hechos que los tienen tras las rejas, todos acceden a empezar la charla-entrevista contando la razón por la que purgan condena. Dan sus nombres reales o sus apodos. Uno tras otro, se presentan al mejor estilo de los estudiantes el primer día de clases: “Jeffry, 18 años, vecino de Hatillo. Homicidio”. “Juan Carlos, 19. Desamparados. Cómplice de homicidio”. “Javier, 20 años. Robo agravado”. Y así.

Será por el ambiente de internado, más que de cárcel, que reina en el entorno en aquel soleado día, que el ambiente expele cualquier cosa menos peligro, aunque las lapidarias confesiones de estos muchachos con mirada de “niños-hombres” se antojan tan inverosímiles como tenebrosas.

Ellos forman parte de un grupo de 24 internos del Centro Adulto Joven que, a partir del 12 de junio, engrosan la cifra de privados de libertad acogidos al programa de Oportunidades y Compromisos del Sistema Penitenciario, uno de los proyectos estrella del actual Ministerio de Justicia. Este modelo empezó a funcionar en diciembre del 2008 y ya se desarrolla en otras cuatro cárceles. Próximamente se instaurará en el Buen Pastor.

A grandes rasgos, el sistema promueve un intercambio en el cual los presos se comprometen a convivir en armonía, en módulos especiales; con horarios estrictos para levantarse, estudiar, trabajar, mantener el entorno en estricto orden, respetar en un 100 por ciento la propiedad y la integridad ajena (tanto de sus compañeros como de los guardas), exiliar el vocabulario soez u ofensivo en el trato cotidiano y, uno de los compromisos más importantes: respetar la prohibición absoluta de usar o comerciar cualquier tipo de psicotrópicos.

Quienes se acogen a este sistema reciben a cambio la oportunidad de graduarse en primaria, secundaria, educación técnica o universitaria; aprender algún oficio; trabajar en los diferentes talleres y ganarse algún dinero; recibir las tres comidas diarias fuera de sus ámbitos, y hacer deporte a diario (en el sistema normal, estos jóvenes salían una única vez al mes a ejercitarse).

También se les permite que las visitas de sus familiares sean más frecuentes y que utilicen la computadora o vean televisión en horarios regulados.

Viviana Martín, jerarca del Ministerio de Justicia, afirma que al principio de su gestión, tras visitar las 26 cárceles del país, le llamaron sobremanera la atención las condiciones carcelarias de los muchachos de la cárcel Adulto Joven, y desde entonces estableció entre sus prioridades el propiciar un cambio pronto.

“Se trata de muchachos que están en la flor de la vida, que por su edad tienen gran energía e ímpetu. No puede ser que tengan oportunidad de hacer ejercicio solo una vez al mes, o que purguen sus condenas en medio del ocio y en un ambiente nocivo y contraproducente para cualquier intento de rehabilitación. Por eso estamos tan contentos de la respuesta que ha habido con estos primeros 24 muchachos, de hecho ya estamos trabajando en habilitar dos módulos para otros 24. La población que tenemos en esa sección es de 70, y la idea es incorporarlos a todos en este sistema”, explica Marín.

Su posición ha despertado críticas y ha levantado las voces de diversos sectores que consideran que los delincuentes juveniles están siendo tratados como si estuvieran en un internado, y que la privación de libertad en esas condiciones no les da el castigo que merecen por las graves faltas que cometieron (Vea nota ¿Oportunidad o alcahuetería? ).

Sin embargo, Martín rechaza de plano estas premisas y justifica las razones para fomentar la rehabilitación y, eventualmente, otras oportunidades (como indultos) con diferentes argumentos que van desde postulados universales de derechos humanos hasta cifras que demuestran, según dijo, que la mayoría de privados de libertad, dentro y fuera del penal, están abiertos a recibir y a aprovechar esas segundas oportunidades.

Promesas de enmienda

Por su parte, tras la súbita mejoría en su estilo de vida carcelario, todos aseguran que lo último que harían es lanzar por la borda esa oportunidad. No solo para hacer más llevadera y hasta provechosa su estancia en prisión, sino porque dicen que quieren rehacer sus vidas lejos de la delincuencia una vez que salgan.

Puede sonar utópico. A muchos de ellos mismos les suena a utopía. Porque saben que una cosa es estar dentro, contenidos y a la vez protegidos por el sistema, y otra muy diferente será cuando se enfrenten de nuevo a la vida en sociedad con todos sus problemas y tentaciones y, en muchos casos, al sinnúmero de enemigos que dejaron afuera.

Sin embargo, por el momento, estos muchachos intentan vivir un día a la vez. Varios de ellos eran menores de edad cuando atentaron contra la vida, la integridad o la propiedad ajena, por lo que sus condenas son mucho más laxas que las de quienes infringen la ley después de los 18.

Y, como el año carcelario es de 10 meses, más los descuentos por buena conducta, días feriados, etcétera, a la postre varios podrían estar fuera antes de cumplir sus 25 años –según sus propios cálculos–, independientemente del crimen que los puso tras las rejas.

Pero por ahora, mientras la legislación actual esté vigente, la ministra Martín insiste en que su deber es entregarle a la sociedad mejores ciudadanos de los que recibió cuando entraron a prisión.

Entretanto, la opinión pública sigue más alarmada por la ola de delincuencia que por cualquier otro tema, incluida la crisis económica. Tema especialmente álgido para el Ministerio de Justicia si se toman en cuenta las estadísticas que ubican a los adolescentes y adultos jóvenes como una población delictiva en franco crecimiento.

Según datos del Poder Judicial, solo en el 2008, un total de 13.677 menores implicados en algún delito fueron pasados a los diversos juzgados juveniles. Esta cifra muestra un crecimiento del 18,5 por ciento con respecto al 2007, cuando fueron procesados 11.541 jóvenes.

En lo que a veces parece un laberinto sin salida, quienes tal vez puedan opinar con mayor conocimiento de causa son los mismos privados de libertad, tanto los que vienen de otros centros de internamiento (el caso del centro Zurquí, que alberga a infractores adolescentes hasta los 18 años), como los que llegan “de la callecita” –como dicen ellos–, pues fueron condenados entre los 18 y los 21 años.

Sin excusa

Jeffry tiene pinta de universitario nerdo . Por su talante y actitud, difícilmente alguien relacionaría su imagen con la de un delincuente, mejor dicho, un asesino juvenil. Y es que sí, sí existen estereotipos, muchos de estos muchachos con sus miradas cándidas y sus gestos infantiles son la muestra viviente de que las apariencias engañan.

A favor y en contra. Porque muchos se cruzan de calle ante lo que consideran “una pinta ” que, a la larga, es un tipo inofensivo y al revés: otros muchos bajan la guardia ante el tipo (o la tipa) bien vestidos que, de pronto, a medio metro de distancia, se convirtió en su pesadilla.

Así que Jeffry, en la calle, posiblemente se ubica en el segundo grupo, en el de “los que no parecen”. Ni siquiera está tatuado, como la gran mayoría, o al menos no en áreas visibles tras su t-shirt.

Según sus propias palabras, está “ caneando por un enjache ” (es decir, encarcelado por asesinar a un vecino con el que venía retándose visualmente desde hace meses). Su decir refleja el odio absurdo que se gesta entre pandillas de barrio; en su caso, ni siquiera por un tema de drogas o de posesión territorial.

“Viéndolo ahora que ya ha pasado el tiempo, uno se pone a pensar lo idiota que fue. Porque yo a él no lo conocía, éramos vecinos de alameda y la verdad nunca nos dijimos ni una palabra. Era puro ‘enjache’, pura envidia. El mae se picaba porque yo andaba con buenos chaines, nos hicimos enemigos de la nada, llegó el momento en que yo solo pensaba en él con un odio rarísimo, hasta que se me metió en la cabeza que tenía que matarlo, era él o yo (…) Una noche cogí el chopo (el arma) y el finado como que se me puso…” (en ese momento hace una pausa y expresa su preocupación porque “la familia del occiso” se pueda sentir afectada por sus declaraciones).

Su historia se repite en los demás, apenas con variaciones. Algunos mataron a dos, tres o más, aunque también hay quienes confiesan que solo han sido juzgados por algunos de sus homicidios. Se les pregunta qué se siente matar a alguien. Guardan silencio. Se encogen de hombros. Alguno balbucea... “Diay, errores de la vida”.

Otros no han matado, pero se hicieron de “cosas finas” gracias a robos de toda índole. La mayoría admite haberse vuelto adicto a las drogas, en especial al crack , pero ninguno, al menos al calor de la entrevista, le endosa su responsabilidad a otro factor que no sean sus malas decisiones.

Uno a uno fueron desgranando los traidos (problemas) que los llevaron tras las rejas. Y cada uno tiene a su haber su propia suma de variables, desde infancias problemáticas y abusadas, hasta crianzas holgadas con todas las comodidades, en hogares de clase media-alta, en las que el muchacho simplemente se desvió del camino recto.

Todos hablan de las duras experiencias que enfrentaron en prisión antes de acceder al módulo de Oportunidades y Compromisos. “Yo vengo del Zurquí, oiga… ¡el Zurquí es un jardín de niños, es un paraíso en comparación con lo que uno se encuentra cuando llega aquí! (en referencia a la sección corriente de Adulto Joven)”, dice uno de los muchachos, quien se confiesa exadicto y condenado como cómplice de homicidio.

A casi un mes de haber estrenado las modificaciones en el módulo actual, los jóvenes dicen estar respirando un oxígeno diferente. Desde su área se observan los módulos de Adulto Joven que aún no han sido incorporados al nuevo sistema y, ciertamente, la diferencia es sustancial.

Hasta la misma cárcel tomó matices diferentes. Literal y figuradamente hablando. Los grises dieron paso a tonos apastelados, que por el momento conservan la pintura intacta (el primer rayonazo implica regresar al módulo común); las pertenencias de cada quien están ordenadamente apiladas junto a los camarotes, y la ventilación natural es reforzada con potentes abanicos. En el área de patios, rige un rol para que todos laven su ropa y los platos y cubiertos del almuerzo. Deben madrugar para cumplir con los trabajos que seis empresas han subcontratado al Ministerio. Así aprenden un oficio y, de paso, pueden aportar algún dinero a sus familias. Parte del compromiso que asumen también es estudiar para ir escalando peldaños: la mayoría está tratando de terminar la secundaria.

La idea del “compromiso”, explican ellos mismos, es que no haya agresiones de ningún tipo, ni siquiera verbales; cero drogas, cero robos, cero discusiones con las autoridades carcelarias. Se saben la lista al dedillo. En teoría, tampoco pueden andar con el torso descubierto, aunque durante la visita, el calor hizo que varios se despojaran de sus camisetas. De seguro, ante lo que se veía antes, tal infracción es considerada leve por los celosos gendarmes.

De hecho, Martín hizo lo imposible por conseguir 20 nuevas plazas de guardas cuando se dispuso que “Adulto Joven” ingresaría al módulo de Compromiso y Oportunidades. “Una de las principales objeciones era que si estos muchachos iban a andar con cierta libertad de tránsito en sus módulos, tenían que estar bien vigilados. ¿Quieren guardas? Pues los van a tener. Y conseguí las 20 plazas pero pedí expresamente que la mayoría fueran de ingreso reciente, sangre nueva, que no estuvieran contaminados, para que empezaran de cero con los muchachos.

“El 12 de junio inauguramos el módulo y, como ha ocurrido con los 700 privados de los otros cuatro penales, hemos obtenido un 100 por ciento de respuesta exitosa, es decir, ningún privado ha ocasionado falta alguna que lo devuelva a los módulos corrientes, lo cual nos estimula a seguir”, dice la ministra.

Pero ¿cómo saber si su actitud positiva, juiciosa, obediente y disciplinada no desaparecerá cuando regresen, tras cumplir su sentencia, a sus antiguos barrios, a sus viejos problemas?

La pregunta provoca silencios y reflexión entre los muchachos. Jeffry admite que, así como añora su libertad a diario, también piensa mucho en el temor de enfrentarse con sus fantasmas cuando salga de la cárcel: su víctima provenía de una numerosa familia en la que abundaban los hermanos y primos.

“Me la tienen jurada. Yo sé que salgo de aquí y tengo que irme bien lejos, a mi familia se la perdonaron porque me están esperando a mí… qué tonto que es uno. Saber que yo pude haber buscado a ese mae y haberle dicho: ‘Oiga, ¿sabe qué? Nosotros podemos ser compas , la verdad es que somos enemigos por nada… yo pienso mucho en eso, en que si a mí no me hubiera dominado ese odio rarísimo, tal vez Bryan (ahora menciona a la víctima con familiaridad) y yo hubiéramos hablado y todo bien… hasta pienso que tal vez hubiéramos llegado a ser los mejores amigos… Pero diay, las cosas no se dieron así. Ahora él está en el cementerio, y yo aquí, pensando en él todos los días, igual que cuando estaba vivo”, reflexiona.

Así como la mayoría asume sus delitos con naturalidad pasmosa, también confiesan lo vulnerables e indefensos que se han sentido una vez que fueron condenados e ingresaron a prisión.

Martín, el único que prefirió omitir la causa de su condena al principio de la entrevista (aunque en segundos alguno de sus compas murmuró: ‘Fue por abusos deshonestos’), es oriundo de una bella zona rural del país y no hay día en que no añore regresar a sus montañas, a su pintoresco pueblo, a sus faenas agrícolas.

A sus 20 años, tiene un físico privilegiado y su verbo no se queda atrás. No se le nota el dejo citadino barriobajero (léase pachuco) en el lenguaje. Y es el que menos se justifica por sus acciones.

“Yo nunca pensé que el problema iba a llegar a esto. La güila tenía 12 años pero ya era una mujer, lo que pasa es que la mamá se ciñó mucho, y entre audiencia y audiencia, me dieron cinco años. Viera la Navidad pasada (la primera que pasó en prisión), no podía parar de llorar, me dio un sentimiento horrible pensar en mi familia, más en mi mamá. Uno aquí valora cosas a las que jamás les hubiera puesto mente.

“ Yo antes me levantaba y mami me preguntaba: ‘¿Papito, va a desayunar? ¿quiere pintico , qué le hago?’. Y tal vez uno medio respondía de mala forma: ‘Ay mami, ahora después’…

“Vea, hoy daría lo que fuera por levantarme y oler el café recién hecho de mi mamá, oírla a ella en la cocina con el trastero haciéndole chineos a uno, los que uno nunca valoró.

“ Yo sé que todos decimos lo mismo, pero yo le juro que el día que salga de aquí es para no volver nunca más, yo me voy a convertir en un gran maestro de obras allá donde vivo…

“Aquí he visto y oído cosas horribles, pero yo decidí que eso no me va a marcar, el que quiere puede, Dios es la fuerza que uno tiene. Yo estoy consciente de mi error pero apenas tengo 20 años, tengo toda la vida por delante”, dice este joven, uno de los que se muestra más consistente en su discurso de enmienda.

Así, entre sueños, oscuros recuerdos, violentos pasados y utopías, transcurren los días de esta “generación piloto” del Módulo de Oportunidades y Compromisos.

La gestora, Viviana Martín, insiste en que la rehabilitación no una quimera.

Y una vez más, se ampara en las estadísticas. “Le cito solo un ejemplo. Del 100 por ciento de la población penal que hay en San Sebastián –unos 600 privados– el 75 % son delincuentes primarios, (jóvenes que por primera vez cometen un delito); solo un 25 por ciento es reincidente. Eso quiere decir que un 75% que alguna vez pasó por ahí no regresa a la cárcel. Para mí es una cifra muy alta y reveladora, nos dice que algo estamos haciendo bien y nos ratifica que sí vale la pena invertir en la rehabilitación de las personas”.

2 comentarios:

  1. Me parece un excelente proyecto que en realidad se le debería de tomar más importancia y prioridad para así lograr obtener dichos resultados positivos en mayor masa, ya que muchos privados de libertad , así como cualquier ser humano, merecen una oportunidad para enderezar sus vidas y empezar una nueva vida en conjunto con la sociedad, siempre y cuando el privado de libertad este dispuesto al compromiso de cambiar para bien y sumir la oportunidad que se le brinda con responsabilidad.

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